lunes, 11 de octubre de 2010

Y finalmente... algo de reconocimiento!! (para los poetas púber)



COMENTARIO A HERACLITORIS POR LA REVISTA EL GATO BLANCO


Moler café en una constelación extraña no nos hace menos cotidianos

Todo empieza aquí con la conversación entre dos personajes, una conversación que es pura dialéctica. No se sabe si el guión es de Gaiman o de la que escribe los textos (básicamente poemas, pero hay lugar y comodidad para la narración y el ensayo). Como sea, se instituye de entrada una oposición entre el mal y el bien que luego será contradicha, deconstruida por esos textos en que las polarizaciones cierran mal, astigmáticas, furiosas contra sí mismas y contra un punto de fuga que siempre le baja la barrera a una alternativa. Y así ya no hay blanco ni negro porque no hay blanco sin negro-.
            Se trata de textos más opacos que oscuros, más irónicos que dolidos. El dominio de la palabra pone en su lugar a los referentes. Y los referentes, es sabido, no son las cosas que percibimos, pensamos, soñamos en estado de vigilia, los referentes están en la cabeza, el estómago, la glándula que a falta de un  mejor nombre llamamos alma.
Ironía: una bombacha en el congelador, el hueco que dejó el mundo, unos pibes jugando un picado con un pájaro muerto. Se diría que en todo eso no hay nada irónico, que son más bien textos desgarrados, delirantes, terriblemente imaginativos, pero hay ironía, entendiendo por tal a la figura de habla en la que se emplea arbitrariamente la denotación, esto es, se la vuelve connotativa, literaria.
El dominio de la palabra no puede aplicarse a nada externo, como lo son en realidad los sentimientos y los pensamientos ya que se proyectan sobre el mundo de los otros, aunque uno esté sufriendo solo, hablando solo, riéndose sin que nadie haya contado un chiste. Dominar la palabra es construirla, grabarla con un cincel sobre la materialidad del lenguaje, librarla de la esclavitud de la designación. Algunos, sin duda con fundamento, hablan de surrealismo, pero no es ése el resultado que se busca aquí, no hay nada automático, nada que pueda evaluarse fríamente: la ironía anula los clisés pero luego inserta emociones diferentes en los huecos, la emoción de leer, por ejemplo: Estás perdido, como una botella tosiendo en la alcantarilla. / Resorte caliente que se aprisiona en mi pecho para que nunca sea para siempre.

            Alfonsina, Alejandra Pizarnik ¿hablaban en serio en sus poemas más oscuros? No lo pregunta quien esto escribe, es el libro, es Heraclítoris el que se lo pregunta línea por línea. Creemos que no, que en el libro, en ninguna parte, nada da a entender que se piense que hablaran en serio. Storni llora lágrimas cúbicas, la Pizarnik hunde los dedos en las teclas del piano... Cuando el que escribe cree ser el vate, el mediador entre la realidad y la fantasía, sólo alucina un tópico del Romanticismo, sólo reescribe sin saber que lo está haciendo y que lo suyo ya fue dicho muchas veces. No existe la creación ex nihilo, se crea, se arma, se compone con palabras ya dichas. Y eso pasa en este libro. Basta con analizar un poquito el título: Heráclito el Oscuro, el filósofo abocado a describir al tiempo como sensación, se funde aquí con el órgano masculino desarrollado pero hipotrofiado en el interior del sexo femenino. Acá hay mucho más que ingenio en la combinatoria. Se trata de una propuesta poética original, es notorio, pero no porque marque el origen de los significados, sino porque cruza (de nuevo vamos a esa oposición aniquilada que aparece una y otra vez) términos, palabras, en varios planos del lenguaje, el fónico, el melódico, el pragmático y es ahí donde la habilidad para construir imágenes hace que creamos estar viendo nacer sentidos nuevos. Y ése no es el menor de los méritos del libro. Queremos decir: escribir para la inteligencia del lector, invitándolo a participar del resultado, a inscribir su lectura y hacerla funcionar como si la hubieran enchufado al libro motivador.

Me saco la careta de crítico prestigioso y agradezco a Dios que en mi vejez, cuando ya desesperaba, me haya permitido leer tus textos y los de Rocío,  muy distintos entre sí pero expresivos ambos en cuanto a que los adolescentes, lejos de ser idiotas como creemos los docentes con fecha de vencimiento, han tomado la posta de los grandes poetas, de Raúl González Tuñón, César Vallejo, Héctor Viel Temperley, Juana Bignozzi (para que se note más todavía que soy machista).
No estaré exagerando si digo que soy un antiguo y decepcionado lector de poesía. Decepcionado porque veo que tipos como Fabián Casas, el payaso de Cucurto, el soberbio (creído) y aburridísimo Arturo Carrera, y Gambarotta y Saavedra y Emiliano Bustos son publicados y ¡admirados! existiendo producciones como las de ustedes dos.
Ya lo dijo Gombrowicz, el mayor tesoro que tenemos los argentinos es la inmadurez (el no estar pasados, semipodridos; el mantenernos verdes, nuevos) pero, por desgracia, en vez de levantar esa inmadurez la aplastamos con los bustos de mármol y bronce de escribidores que deberían ser expulsados del paraíso.



Daniel Mario Fara, 10 de Octubre de 2010