domingo, 19 de diciembre de 2010

Y leer, como si no pasara nada. Terminar un libro, hacer sonar las tapas encerrando el mundo afuera y empezar otro, como si no pasara nada. Como si esta devoción no fuese igual de triste que beber, fumar o ir al bingo. Cada tanto eso que pasa me interrumpe, entre una página y la otra, en la unión del encuadernado. Mientras decido qué hacer (si releer la pagina anterior porque ya me perdí, o seguir con la próxima aunque no entienda bien) observo la costura y nos imagino caminando por ese desierto de papel dividido. Vos de un lado, yo del otro. Irreconciliable distancia. Sabiendo que ése es nuestro lugar en el libro para que la historia tenga sentido.  
Este silencio no me gusta
Es como un pato, mirándome, bobo, en la orilla.
Es como un pozo
Una patada metafísica
Que hace que los pájaros tengan miedo de cantar
Que la copa de los árboles no se sacuda
Y que el caño de escape de las madrugadas no estornude más.

No, 
no quiero este silencio
de mudanza.

abrasivo
Conspirador
Dueño del circo que somos todos
Por seguir dando cuerda al reloj.

De calor solitario
De palabras vencidas
De insectos muertos bajo el colchón.

De besos de nadie


De desesperación

Es una hamaca abandonada por la tarde
Una carta vieja que recién ahora entendemos
Son todas esas cosas
De las que el tiempo nos separó
Y que ahora
oxidadas
Vuelven a dejarnos solos.



IDENTIDAD


Máscara de lágrimas,
pegajosa,
indispensable.